Bueno, pues la semana pasada, transitando por la sierra de Alcubierre, me detuve en una arboleda de coníferas recién “aclarada”; esto es: Se van cortando árboles (“aclarando”) según crecen las copas para dejarles más espacio y que el suelo llegue a recibir la luz del sol. No es una práctica que me entusiasme pero bueno, peor sería que no hubiesen árboles. Como decía, he parado y me he acercado hasta un pino sobresaliente entre sus hermanos por su mayor corpulencia y porte, cuando he observado muchas obreras de Camponotus cruentatus (Latreille, 1802) en su tronco.
Hasta ahora solo tenía fotos de obreras de esta especie aisladas
y forrajeando por el suelo, así que he decidido detenerme y tomar algunas imágenes
en su deambular ordenado subiendo y bajando. Estas subidas y bajadas tienen
como finalidad la búsqueda de alimento, pues las Camponotus se nutre
fundamentalmente de excreciones de áfidos (aunque también de insectos muertos o
moribundos); esto se puede ver por la diferencia en tamaño de los gásteres de
las que suben (normales) de las que bajan (hinchados de melaza de pulgón), luego regurgitarán la comida para compartir y alimentar a sus hermanas en lo
que se denomina trofalaxia,
una actividad muy importante para los insectos sociales.
Un poco más tarde he querido seguir a algunas obreras que
bajaban por el tronco con el gáster distendido para observar la entrada de su nido, pero sin
éxito. Ando de aquí para allá alrededor del pino superviviente cuando de
repente “caigo” (y nunca mejor dicho :-) en que parte del terreno circundante está mucho más blando de
lo normal… Me agacho y excavo con la mano (así de inconsistente es el estado del sustrato) o
mejor dicho, aparto un poco de tierra de la superficie y rápidamente salen cientos
de obreras de Camponotus cruentatus a
la defensa contra el intruso que amenaza su colonia. Quien no haya visto una
colonia semejante por su gran extensión y sobre todo por el tamaño de sus
integrantes (casi todas rondando los 20 mm.) no sabe a lo que me refiero… En pocos
segundos, decenas de hormigas suben por mis manos y las perneras de mis
pantalones con no demasiadas buenas intenciones. Visto lo cual, decido “tomar
las de Villadiego” y alejarme dando grandes (y cómicas) zancadas hasta un lugar seguro sito algunos metros más
allá.
Cuando por fin me deshago de mis “despiadadas inquilinas
corporales” (¿pero cómo una hormiga tan
grande ha podido colarse hasta ahí? :-), reparo en la extensión de la
colonia. Poco a poco me acerco hasta su límite y lo bordeo, cuando alzo la
vista, no doy crédito a lo visto: ¡El perímetro de la colonia tiene un poco más
de 14 metros cuadrados!
Las hormigas están a muy poca profundidad (5-15cm.) y esencialmente el gran
hormiguero contiene miles y miles de obreras pero también bastantes alados
(sexuados) que rápidamente se esconden y sobre todo, numerosos capullos de larvas
de estas hormigas (*) que sus hermanas obreras tratan de defender y esconder, por
cierto, con rotundo éxito. Tomo unas
pocas fotografías y apuntes (sobre todo de su extensión y orientación), marco
el lugar con el gps y me decido a seguir mi camino… Después de unas horas,
llego a mi casa, me preparo un refresco, sin azúcar, sin cafeína, etc. cuando
de repente, noto “algo” que recorre mi piel por debajo de la ropa: ¡Oh, Oh…!