miércoles, 23 de febrero de 2011

“Polen”, “Néctar”, “Nectario”, “Polinización”... No es miel todo lo que reluce.

El polen es el propágulo masculino de las plantas con flor. Es producido por los estambres de las flores.

El néctar es una solución acuosa segregada por las plantas que contiene sobre todo azúcares y aromatizantes. Por ejemplo es la base fundamental de la miel producida por las abejas.

Los nectarios son las glándulas que producen el néctar y suelen estar en la base de las flores (corola) aunque también puede variar su localización fuera de éstas, llamándose entonces “nectarios extraflorales”.

Polinización: Para reproducirse y evitar la autofecundación las plantas con flores tienen que hacer llegar el polen (gametos masculinos) que producen sus estambres a los estigmas de otras flores o plantas, este mecanismo se denomina polinización. Hay diversas formas de polinización. En un principio, las plantas confiaban en agentes ambientales como el viento. Más tarde algunas plantas con flor evolucionaron hasta utilizar a diversos animales (insectos sobre todo) como vectores para el transporte del polen de una a otra planta (*). Estos insectos son atraídos por los colores y/o aromas de las flores y al intentar obtener el néctar se impregnan de polen. Más tarde al ir en busca de más alimento a otra flor, la fecundan inadvertidamente con el polen de la anterior y así sucesivamente.

Hablamos entonces de una relación mutualista por que las plantas obtienen el beneficio de extender el polen de una manera mucho más segura que si confiaran en el viento y porque el animal obtiene a cambio un precioso alimento en forma de néctar.

Con respecto a nuestros "queridos" himenópteros dos sencillos apuntes: El néctar contiene sobre todo carbohidratos y el polen proteínas y aminoácidos, por tanto el primero es un buen alimento para los insectos adultos (imagos) y el segundo es adecuado sobre todo, para el crecimiento y desarrollo de sus larvas. También es de destacar el beneficio que reportan los insectos polinizadores a la agricultura humana, donde muchas plantas no darían fruto o grano alguno si no fueran polinizadas gracias a ellos.

Y finalmente una consideración necesaria: Imaginemos a una “simple” abeja que por el mecanismo anteriormente citado contribuye a la polinización y por tanto a la conservación y propagación de múltiples especies vegetales; ahora pensemos que estas plantas evitan la erosión de los suelos y por tanto la desertificación… ¿Todo esto gracias a una simple abeja? Sería necesario evaluar y cuantificar el beneficio total, no solo para el hombre, sino para la propia naturaleza que estos pequeños animales verdaderamente reportan y de los que a menudo ni siquiera tenemos en cuenta a no ser, por alguna que otra cucharada de miel...


(*): A este tipo de polinización se la denomina “polinización entomófila”.